Tres cumbres

Esta entrada debe ser especial. Quizá no de interés para todos, eso está claro, pero por lo menos dejaré plasmado el recuerdo de un día que no se me va a olvidar nunca. Tal y como habíamos previsto -aunque en lugar del sábado finalmente fue el domingo, debido a la metereología- nos plantamos Carlos y el que escribe en Navacerrada a eso de las 8 de la mañana dispuestos a hacer el más duro de los entrenamientos que yo he realizado en mi vida: 28 kilómetros con algo más de 1900 metros de desnivel positivo (3800 de acumulado) en 8 horas y media, que se convirtieron en algunos momentos en terribles pesadillas de las que no me creía capaz de despertar.

Arrancamos de Navacerrada con bastante frio, subiendo bajo el telesilla dirección Bola del Mundo: o sea, para calentar las patas en condiciones. Arriba, las primeras fotos y comentarios sobre tiempos, ritmos (o no ritmos) y.... lo mucho que nos quedaba por delante. Enganchamos rápidamente con la Loma del Noruego y bajamos a buen ritmillo hacia Cotos donde nos reabastecemos de agua. Toca subir a Peñalara y no es moco de pavo, se hace largo aunque -como dice Carlos- se puede gestionar mejor que la subida a Bola o la posterior subida por Tubos. A partir de este momento las zonas donde correr serán pocas, indudablemente, a mi nivel. Y es que por el camino encontramos algún que otro fiera preparando el MAM y subiendo como si nada...

¿Virgen de las Nieves? Me lo confirmen, plis.

En Bola

Ya no hacen mapas como los de antes... :)

Más fotos en el vértice geodésico, ligero avituallamiento y nos vamos para abajo por las cetas, que destrozan los cuádriceps y los ánimos en las bajadas, porque estoy a punto de meterme un ostión de padre y muy señor mío. Afortunadamente todo queda en un pequeño tirón al intentar sostener el cuerpo a escasos centímetros del suelo. Ya en Cotos de nuevo toca hacer acopio de fuerzas y balance, y no hay mejor forma que con una cerveza y un pincho de tortilla al lado. Queda lo peor.

Aún quedaba algún neverillo.

Desde Peñalara.

Más desde Peñalara.

En el vértice geodésico.

Hay que avituallarse en condiciones.

Salimos tras el breve descanso hacia Tubos, y tras un entretenido tramo de pista en la que nos metemos hasta las rodillas en barro, ascendemos hacia Cabeza de Hierro Menor. Aquí mi cerebro ha borrado la inmensa mayoría de recuerdos, lo reconozco. A esto lo llamo yo pasarlas putas durante muuuucho tiempo. Carlos me insistía en que eran sólo sensaciones... ¡Y qué sensaciones! De las malas, las peores. Afortunadamente todo llega, y una vez que topamos con el collado sólo queda divertirse un poco en la trepada final. Más fotos, satisfecho, porque como me recuerda mi compañero: "Ya tienes las tres cumbres, Dani".

Intentando sacar humor en la subida por Tubos.

Último tramo de trepada en Cabezas de Hierro. ¡Divertido!

Espectaculares las fotos, Carlos.

Ya podían haberse currado algo más la cima.... :P

No es moco de pavo el final, que hay que volver hacia Bola y bajar a Navacerrada. Tramo en el que ya el cuerpo no quiere andar, duele todo y aunque te bebas todo el agua de la mochila de hidratación (verídico), sigues teniendo sed. Dos buenos cuestones hay que comerse antes de que veas las antenas a mano, que son el remate. Finalmente no pude bajar desde Bola a Navacerrada por el cortado, no quise arriesgar porque me sentía agotado y tropezaba con las chinas más pequeñas del camino. Carlos se lanzó hacia abajo mientras yo troté-anduve-m'arrastré por la pista.

Saliendo de Cabezas de Hierro hacia Bola

Al final, muy cansado, y después de cambiarnos en los servicios del Dos Castillas, nos sentamos a la mesa con un hambre feroz, con un sueño feroz y ante todo, sobre cualquier cosa: una totalgia de tres pares de cojones. He de confesar que durante las últimas horas tuve ganas de llorar como un mocoso en algún momento. Pero... no está mal para una tercera salida montañera, ¿verdad?

Gracias a Carlos, por hacerme descubrir zonas de mi cuerpo que no conocía, jeje. Noooo, en serio, gracias por un día fantástico, ¡y por las fotos! A pesar de los sufrimientos, fue un placer.



La cara de agotamiento existe. Véase.



Gracias a mi niña, que estuvo esperándome pacientemente [en casa] hasta que su marido se cansó de hacer el cabra por la sierra.